ADVERTENCIA

(Al comienzo de cada tertulia se lee una reseña escrita por uno de los tertulianos/as. Estas reseñas no son, pues, la opinión de la Tertulia o sus conclusiones finales sobre el libro; deben ser consideradas como la lectura atenta y meditada de uno de sus miembros, que sirve de inicio del debate)



sábado, 30 de abril de 2011

Cuentos completos (Arturo Barea)


Arturo Barea. 1898-1957

Con una prosa limpia y clara, de gran poder descriptivo, en la que en muchas ocasiones le da vida propia a los objetos y los paisajes, el autor nos va mostrando su universo, el de un hombre que exilado tras perder una guerra, trata de no olvidar sus raíces. Universo en el que nos introducimos de una manera sencilla, guiados por una prosa de estilo directo, mediante el que nos va mostrando la realidad de la España de postguerra.

Son escenas en las que entramos dejándonos llevar por la narración fluida y dinámica de Barea, hasta que un golpe brutal nos despierta y nos enteramos de donde estamos, y percibimos la brutalidad de la historia que acabamos de leer. La de temerosos hombres, mujeres y niños que actúan sometidos al miedo y en el que sobreviven sin saber cómo.

Y así una y otra vez en esta serie de catorce cuentos que acabamos de leer. Enumerar cada uno de ellos, se me hace inabarcable en este formato de reseña y lo dejo para que sea la tertulia la encargada de entrar en detalles

Por su pluma, no exenta de patética belleza, desfilan esos héroes anónimos que padecen todas las guerras. Nos transmite una guerra civil de las gentes de a pie, muy alejada de las asépticas narraciones de los libros de texto. No hay batallas, no hay generales gloriosos ni detalladas tácticas militares: sólo hombres y mujeres atemorizados que sobreviven y mueren sin tiempo a saber por qué…

Eloína

lunes, 28 de marzo de 2011

Selección de cuentos de terror y muerte


Cuentos de terror y muerte”

De muertos que no acaban de morir, de muertos que no lo están, de muertos que se aparecen por todos los recovecos de la conciencia, de muertos a los que no reviven del todo dejándolos con las ganas y que cuando empiezan a ver con un ojo se lo revientan superando escrúpulos, sin mirar… Y de vivos que no consiguen morir. De cráneos hundidos, casi despellejados y amarillos; de los más variados humores y secreciones pegajosas y macilentas que discurren con un último hálito de vida… y de voces indescriptibles. Pues de todo eso “parece” que va todo esto. Esta reseña está escrita a saltos, como a saltos leí estos relatos, con auténtico pánico entreverado de unas risas amargas sobresaltada por las sombras alargadas que se proyectan de las palabras. Y qué humor más horroroso por natural, tan negro como la fumata que se espera de un antipapa al estilo de D. Juan.


“El elixir de la larga vida”, de Honoré de Balzac (1799-1850

Tres generaciones reflejadas en una parodia teñida de negro, en la que se combina el humor y el espanto. Dios y Satán. La virtud y el pecado. Parricidios de pensamiento y obra y un elixir que se evapora de por medio. La posesión de la vida eterna a costa de desposeerse de la muerte o de poseerla para vivir. Pero la muerte nunca defrauda, no engaña, como un espíritu corrupto no cambia ni al estar medio muerto y con la única mano que le queda viva sigue blasfemando, aún cuando está siendo santificado. Y los personajes secundarios no tienen desperdicio: las cortesanas y el pueblo ferviente. Y la beata Elvira y el pío Felipe que expía. Y la avaricia. Y en Sanlúcar tuvo que ser… y de la manzanilla, sólo el color de estos vivos,
porque ni el elixir era vino, ni ese revivir medioentero fruto de sus efluvios…Y el poder sobre todas las cosas. Y lo peor, este relato hoy no se puede considerar obsoleto. Y lo peor de lo peor, creo que no estoy reseñando el relato, porque al leerlo mi mente se ancló en el hoy, que el gran Balzac me
perdone por no saber elogiar su prosa.


“La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar”, de E. Allan Poe (1809-1874)

Nadie ha mesmerizado a un voluntario en el umbral de su muerte, y Poe tiene curiosidad por conocer sus efectos en un moribundo tuberculoso que se deja y se interesa bajo la atenta mirada de médicos y enfermeros, a priori. Se trata de retrasar la muerte por medio de la influencia magnética que hipnotiza y la detiene, demasiado en este caso, siete meses de penuria en el corredor de la muerte siendo observado y analizado por pura experimentación pretenciosa y curiosidad morbosa. El Sr. Valle del mar, en un estado ni sólido ni líquido, implora que le dejen morir harto de permanecer en un sonambulismo cruel que no le deja descansar. Arrepentido de que le interrumpan su muerte y la desintegración final, un estado gaseoso, que no se hace esperar en cuanto lo dejan; desintegra la humillación de la que ha sido objeto, antes y después de su vida. Y esto no pasó en Sanlúcar…


“La resucitada”, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

“Ardían los cuatro blandones soltando gotazas de cera. Un murciélago, descolgándose de la bóveda, empezaba a describir torpes curvas en el aire. Una forma negruzca, breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un pliegue del paño mortuorio. En el mismo instante abrió los ojos Dorotea de Guevara, yacente en el túmulo”.

Este principio me parece tan genial, que lo transcribo. Una conciencia que despierta tras un entierro prematuro y en medio de una escenografía gótica comienza a fraguar la locura con la que volverá a ese escenario en un nivel más profundo y lúgubre. A un autoentierro obligada por las circunstancias. La felicidad soñada del encuentro se torna en lo real, en perplejidad, en un desencuentro diabólico. Esa vuelta inesperada, por no
natural, desemboca en dos horrores encontrados en el pasillo de una casa familiar, en ambos, lo conocido se hace extraño. “Nadie vuelve de donde tú has vuelto”, y así, el espanto que genera volver termina con el deseo de irse, convencida para encontrar la paz para todos. Con una prosa sin adornos, las palabras toman un sentido en su conjunto naturalmente horripilante. Y cruel para ambas partes. Y es que no se puede una ni permitir sincopar sin mayores consecuencias que el hecho en sí de evadirse un rato. Enseguida un escándalo. Ni que estuviese en Sanlúcar…


“El anillo de Thot”, de Arthur Conan Doyle (1859-1930)

Aquí, una pasión: un amor, y una muerte de la amada a destiempo torna la alegría de estar en posesión de casi la eternidad, en desear obsesivamente lo efímero. La penitencia de vivir con salud, por un fervor de vivir, prematuro en el tiempo e inconsistente, y por el efecto de la crueldad de los celos que impide remediarla lleva al protagonista, un egipcio valeroso, a vivir mucho más allá de lo que la propia vida puede soportar. La eternidad carece de sentido en cualquier caso. Un personaje con ojos de ofidio que anda de perfil, no puede pasar desapercibido en cualquier sitio de un siglo que no sea el suyo. Quizá en… Sanlúcar.Y así, un egiptólogo veleidoso, contempla por azar, el límite del cansancio que da el mismo vivir; un hecho sin precedentes del que debiese dar fe. Pero calla y se limita a confirmar ante sí mismo lo que ha vivido, por la prensa. El conocimiento no se acrisola y eclipsa el aprendizaje que de ello pueda derivar siglo tras siglo. El aprendizaje de vivir.


“La pata de mono”, de W.W. Jacobs (1863-1943)

Sobrecogedor. La vida como el juego de ajedrez tiene unas reglas. Cualquier juego unos límites imprecisos. El riesgo de traspasar el umbral de la ignorancia desoyendo al que sabe, por el mero hecho de ganar, sin reparar en el cómo se gana.. Pedir un deseo, como mover una ficha, desemboca en múltiples posibilidades de conseguirlo, de posibilidades de acabar el juego. Una patita de mono momificada, por sí sola, puede resultar repulsiva, graciosa o hasta mona para decorar, pero si está dotada de magia la cosa cambia, y más, cuando esa magia redecora tu vida y se convierte en premonición de un destino trágico a partir de un deseo bienintencionado. Luego, el remordimiento y la obsesión por deshacer el movimiento en la jugada. Imposible, solo queda terminar la partida y destruir el tablero. Y en última instancia irse a vivir a Sanlúcar…

“Donde el fuego no se apaga”, de May Sinclair (1870-1946)

O del pecado y la condenación eterna, arder en el infierno del alma después de pasar por la pasión, el tedio y el hastío, cuando el remordimiento por haber pecado se sitúa en la conciencia como una culpa encerrada en un laberinto sin escapatoria y corre por él para escapar del fuego que le persigue pegado a los talones. Entonces, pasado, presente y futuro se funden en uno, el humo le ahoga pero no termina de asfixiarle y la única escapatoria del laberinto de la conciencia es ser catapultada a la locura, y ya lo único que desea es, que ojalá el fuego del recuerdo se apague con la Muerte… Eso no pasa en Sss… anlúcar.

P.D. : Ah! se me olvidó decir al principio que además de ir de muertos, también va de… Sanlúcar, aunque el cocinero no aparece por ningún lado, qué raro…

mamen 15/02/2011

miércoles, 2 de marzo de 2011

"René Leys" de Victor Segalen (1878-1919)




28 de febrero de 1911. Comienza un diario. El francés que reside en la ciudad tártara de Pekin manifiesta su empeño: entrar ?dentro?, penetrar en el Palacio Imperial que ha encerrado al Hijo del Cielo, aquél que fue victima designada como holocausto mediador entre el Cielo y la Tierra durante 10.000 años.
¿Es fascinación por la belleza secreta y la contemplación imposible o es curiosidad de historiador?

El hombre maduro encuentra al muchacho de ojos grandes enlazado a un caballo loco. El le muestra la ?montaña de la contemplación?: verlo todo. Saberlo todo y más aún.

El chico teme dormir solo. El francés le invita. El silencio tibio de la noche acoge sus confidencias: pueden llamarse amigos.

Con sus visiones, el joven abre el pestillo de jade del jardín prohibido. Convierte los muros infranqueables (el rojo, el amarillo, el violeta) en redes delicadas y transparentes. Así, el mayor penetra en el laberinto y evita participar de la ?vida piojosa de gusanos que hormiguean en el estiércol?.

El muchacho cuenta tan bien; actúa tan bien: el regente imperial es su amigo y él protege su vida como policía imperial. El Emperador asesinado ha sido su amigo. La viuda imperial es su amante?


Pekín se tambalea. Ya no es un tablero de ajedrez, túneles subterráneos la socavan. El Palacio Violeta se asienta sobre pozos de lodo horizontales.

Motines. Movimiento reformista. Rebelión. Se sublevan ciudades. La república, la guerra.
El regente imperial abdica en la tranquila noche invernal. Pekín no arde, Pekin ya no es la morada de sus sueños.
La noche de otoño expira. ¿Y si el Imperio y el Palacio no son sino un sueño de historiador, humo danzante sobre espuma sin razón?. La visión y el mito pueden sucumbir.
Necesito intentar discernir lo verdadero de lo falso ? el francés cavila- No jugar o ¿jugar mas a fondo? ¿Acusar al muchacho encantador o creerle e invitarle a la Gran Confidencia?.
El hombre maduro decide, gran confidencia. Dime: te acostaste con la Emperatriz, ¿si o no?.
El francés, el hombre ocioso, decide jugar. No fue malintencionado. Sólo le recordó el veneno diluido en la sangre imperial durante milenios. El muchacho muere bello, sin heridas.
Si el joven entró o no al Palacio; Amante de la Emperatriz ¿si o no?. ¿Qué diferencia hay para el francés, que ha escuchado las historias y las ha creído?

Mejor seguir pensando que te crees la quimera.
MARIAN

sábado, 12 de febrero de 2011

"El hotel azul" de Stephen Crane



El hotel azul es un pequeño relato de suspense, pues desde el principio provoca en el lector una gran expectación por cómo se va a
desarrolar la historia. Esta es aparentemente muy simple: a un hotel de un pueblo de Nebraska y en medio de una tempestad llegan tres foras-
teros convecidos por el dueño para que allí se alojen: un sueco desconfiado y temeroso, un vaquero alto y moreno y un terce hombre silencioso.
El sueco "parece estar dominado por una absurda desconfianza que proviene de la culpa" y piensa que en ese hotel va a encontrar su muerte y así
se lo hace saber a los demás.Se organiza una partida de cartas que acaba en pelea entre el sueco y el hijo de propietario al que le acusa de hacer
trampas. A medida que la tormenta arrecia, la tensión va creciendo en le grupo, el sueco sale vencedor, pero no conforme con ello vuelve
a desafiar a otros hombres en la taberna del pueblo...es como si buscara su propia destrucción hasta que lo consigue, es el ejemplo de una
muerte absurda, de una muerte sin sentido...
Porque los personajes actúan como actúan, ese parece ser el interrogante y un párrafo del relato puede dar un poco de luz" Nos figuramos
que el mundo está lleno de una humanidad emprendedora y eufórica, pero aquí, en medio del estruendo de la tempestad.......en medio de esta
tormenta se revela que la vanidad del hombre era el verdadero motor de la vida. Nos volvimos pretenciosos para no tener que sucumbir"

Dulce

viernes, 21 de enero de 2011

¨Los girasoles ciegos" de Alberto Méndez



Los girasoles ciegos puede considerarse como una novela corta constituida por cuatro episodios relacionados entre sí a través de ciertos personajes que aparecen en más de uno de ellos, y sobre todo a través del leiv motiv principal que recorre todos y cada uno de los cuatro cuentos: la derrota. No creo que sea, como han dicho algunos, un libro sobre la memoria, más bien me parece una reflexión perturbadora sobre la Derrota a través de unos personajes derrotados. Todos y cada uno de ellos son carne de fracaso. Todos sufren. Todos tienen miedo. Todos están solos, o encarcelados o rodeados por ambientes claustrofóbicos, todos se sienten amenazados. La Amenaza sería otro leiv motiv recurrente en toda la novela, y la Muerte, que acecha a casi todos los personajes en cada cuento. Varios de ellos quieren morir, y todos acaban muriendo. En todo caso, la novela entera desprende una sensación absoluta de falta de esperanza.
Para conseguir este efecto, el autor opta por un estilo muy retórico, con un ritmo muy trabajado y una sonoridad preciosa, abundante en metáforas, muy simbólico, con un vocabulario muy rico y gran cantidad de descripciones físicas muy potentes de muchos de sus personajes (Era albino y grueso, cualidades éstas que suelen ser contradictorias pero que en este caso coincidían para dar al teniente Alonso cierto aspecto de muñeco de nieve), y también de paisajes y de olores. En cuanto a la voz, utiliza el recurso de intercalar en una voz narradora que se expresa en tercera persona del singular o en primera del plural (en el primer cuento), fragmentos de cartas, de actas de juicio sumarísimo, de manuscrito apócrifo. En cada uno de los relatos el estilo se adapta a cada protagonista para hacerlo más creíble. Aunque no es precisamente credibilidad lo que parece que el autor quiere imprimir a sus personajes; el lenguaje lírico en que se expresan todos y cada uno de ellos en situaciones tan desesperadas como las que atraviesan, sólo tiene cabida en un texto que no busca la credibilidad ni la objetividad sino la belleza y la emoción del lector. No es objetividad tampoco lo que desprende ninguno de las historias, en las que todos los vencidos sin excepción son hombres y mujeres honestos, heroicos, decentes e inteligentes que se comportan con dignidad en medio de su sufrimiento; mientras que los vencedores son en algunos casos meros arquetipos de malo de película. Véase por ejemplo al hermano Salvador, que está caracterizado de una manera casi caricaturesca. En general, creo que existe una cierta tendencia al maniqueísmo en la caracterización de los personajes, aunque ésta resulta eficaz.
La primera derrota o “Si el corazón pensara dejaría de vivir” es la que más me ha gustado. “Le permitió ver los perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar. Madrid se agazapaba”. En este relato se consigue retratar a un personaje complejo, explicar perfectamente las motivaciones que le llevan a realizar una acción aparentemente absurda, y a la vez reflejar con imágenes muy bellas el final de la resistencia de una ciudad sitiada y vencida. Nos habla del absurdo de resistir. Del absurdo de morir y del absurdo de matar. De lo absurdo de cualquier guerra. “Soy un rendido”, repite el capitán Alegría a todo aquél que quiera escucharle. Pero nadie le cree ni confía en él. “¿Qué es un vencido por un vencido?” se pregunta cuando es encarcelado por los derrotados a los que se entrega voluntariamente. Las razones por las que se rinde las expresa muy claramente en más de una ocasión: “No queríamos ganar la guerra, queríamos matarlos”.
“Hemos dado crédito sin embargo a vagos recuerdos de frases susurradas durante ensueños angustiosos que también tienen cabida en el horror de la verdad, aunque no sean ciertos”, dice la voz narradora en primera persona del plural para relatarnos el deambular enajenado del muerto andante que fue el capitán Alegría desde su fusilamiento frustrado en Arganda del Rey hasta su suicidio anunciado en una cárcel franquista. Creo que éste es el relato más conseguido de los cuatro, por sus poderosas escenas, porque su protagonista es el personaje más trabajado en su caracterización y más rico en matices, y porque es capaz de transmitir determinados conceptos de una forma sutil, haciendo que sean consecuencia de lo narrado y sin dar la sensación de mensaje panfletario que puede dar en algún momento el resto de los cuentos.
La segunda derrota, o Manuscrito encontrado en el olvido, es la mejor de las cuatro historias en lo que a potencia narrativa se refiere, por su fuerza y su capacidad para conmover al lector. “Infame turba de nocturnas aves”, escribió el desgraciado padre-poeta casi niño cuando estaba a punto de morir. La descripción del paisaje nevado, del silencio y la soledad de las brañas donde logra sobrevivir el protagonista con su hijo durante unos meses me parece lo más logrado del cuento. El lenguaje en el que se expresa el protagonista, pura prosa poética, sólo puede entenderse teniendo en cuenta que Eulalio Ceballos, el “rapsoda entre las balas”, era un adolescente poeta en ciernes.
La última frase de la voz narrativa, el editor del manuscrito “Si fue él el autor de este cuaderno, lo escribió cuando tenía dieciocho años, y creo que ésa no es edad para tanto sufrimiento” cierra brillantemente el cuento.
En la tercera derrota o El idioma de los muertos, el tono es algo más descriptivo que en los demás relatos, reservando el lenguaje más lírico para la carta de Juan Senra a su hermano. Algunas de las descripciones físicas de los personajes son muy eficaces, y en mi opinión son lo mejor del cuento. Creo que existen demasiados personajes secundarios apenas esbozados, sin entidad suficiente, que entorpecen en algunos momentos el seguimiento de la historia: Espoz y Mina, Cruz Salido, Carlos Alegría, Eduardo López. Destacan con fuerza propia los personajes de Eugenio Paz, muy bien trazado aunque algo tópico, y sobre todo la esposa del juez Eymar y madre de Miguel Eymar, que es para mí el más logrado del relato.
Cuarta derrota: Los girasoles ciegos. Es el cuento más largo de todos y el que da título al libro. Consigue crear una atmósfera opresiva que refleja muy bien el ambiente de la época. En cierto sentido podría considerarse un relato de tinte costumbrista. Combina acertadamente tres voces narrativas: la del hermano Salvador, que se dirige por carta a su superior eclesiástico en un intento de explicarse a sí mismo lo que le ha ocurrido y de perdonarse por ello, pero sin llegar a reconocer en ningún momento su culpa; la de Lorenzo adulto intentando recordar los sentimientos y sensaciones que experimentó durante aquel periodo de su niñez que lógicamente le marcó para toda su vida, y una voz en tercera persona que va ligando las otras dos.
La historia también es muy emotiva y consigue calar hondo en el ánimo del lector. Pero es la que más peca de ese cierto maniqueísmo al retratar a los personajes al que me he referido con anterioridad. Aún así, es un excelente cuento que contribuye muy dignamente a la brillantez del conjunto.
Isabel O.

domingo, 9 de enero de 2011

"El corazón es un cazador solitario" de Carson McCullers


EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO.

Las manos y los labios hablan. Los ojos miran las palabras.

Final de los años 30, en el sur de Estados Unidos. Una ciudad pequeña, con diversa gente que trabaja y que ama. Dos hombres sordomudos han estado viviendo juntos durante diez años. Uno de ellos gesticula noche tras noche sus pensamientos con las manos, el otro los recibe con sonrisa idiotizada. Cuando se llevan a éste a una residencia, el mudo que habla queda sólo y se cambia de casa. En su nueva habitación ya no puede expresarse, pero una serie de personajes vienen a contarle sus inquietudes:

Una chica, casi una niña, siente música en su interior, pero está creciendo demasiado rápido. Al final le tocará trabajar para ayudar en la miseria de su familia? ¿Dónde quedará su anhelo de música y nieve?. Un borracho que ?sabe? y que piensa que todos deben saber: por eso habla y habla y se empeña en denunciar lo injusto de la miseria y de la explotación del hombre por el hombre. Un médico negro, casi anciano, cuyo ?firme propósito? de dignidad para la raza negra le ha mantenido toda su vida; pero los jóvenes a los que intenta mostrar el camino, incluidos sus cuatro hijos, se empeñan en seguir otros. Todos ellos son motivo de intriga y de afecto para el cuarto visitante, el dueño del bar. El hombre torpe que pretende dar y encontrar la solución al enigma, sin éxito.

Todos ellos convergen en la habitación del sordomudo. Le hablan. Los ojos miran las palabras. Los labios hablan, las manos quedan quietas. La expresión anhela ser comprendida. La sonrisa muda del interlocutor parece ser serena y sabia. Se busca mostrar, enseñar, compartir, comprender. La comprensión sería sabiduría, pero no es de verdad. Desencuentro, rechazo. Violentas disputas.

Agosto de 1939, el sordo receptor de todos los pensamientos decide suicidarse, ante la muerte de su amigo sordomudo, su único amigo. Todos los demás no bastan, los demás nunca han sabido nada de él. Solo han visto su sonrisa y han decidido considerarla comprensiva, inventando su forma de ser.

Anonadados por el suicidio del hombre que les escuchó siendo sordo, los cuatro personajes siguen sus caminos divergentes. Seguirán cazando, cada uno tras su propia presa, en solitario. Quizá pueda haber alguna esperanza para el hombre que ?sabe?, al menos sigue caminando. El médico, si vive, es posible que encuentre paz en la granja. Tal vez la chica, ya mujer, encuentre hueco para sus sueños entre la miseria que la amenaza.

El dueño del bar queda solo y aterrado. Apela a la sensatez para afrontar tranquilamente el nuevo día, a pesar de que la mirada más amplia de su ojo derecho se dirige a un ?futuro de negrura, error y ruina?.


Marián