ADVERTENCIA

(Al comienzo de cada tertulia se lee una reseña escrita por uno de los tertulianos/as. Estas reseñas no son, pues, la opinión de la Tertulia o sus conclusiones finales sobre el libro; deben ser consideradas como la lectura atenta y meditada de uno de sus miembros, que sirve de inicio del debate)



viernes, 21 de enero de 2011

¨Los girasoles ciegos" de Alberto Méndez



Los girasoles ciegos puede considerarse como una novela corta constituida por cuatro episodios relacionados entre sí a través de ciertos personajes que aparecen en más de uno de ellos, y sobre todo a través del leiv motiv principal que recorre todos y cada uno de los cuatro cuentos: la derrota. No creo que sea, como han dicho algunos, un libro sobre la memoria, más bien me parece una reflexión perturbadora sobre la Derrota a través de unos personajes derrotados. Todos y cada uno de ellos son carne de fracaso. Todos sufren. Todos tienen miedo. Todos están solos, o encarcelados o rodeados por ambientes claustrofóbicos, todos se sienten amenazados. La Amenaza sería otro leiv motiv recurrente en toda la novela, y la Muerte, que acecha a casi todos los personajes en cada cuento. Varios de ellos quieren morir, y todos acaban muriendo. En todo caso, la novela entera desprende una sensación absoluta de falta de esperanza.
Para conseguir este efecto, el autor opta por un estilo muy retórico, con un ritmo muy trabajado y una sonoridad preciosa, abundante en metáforas, muy simbólico, con un vocabulario muy rico y gran cantidad de descripciones físicas muy potentes de muchos de sus personajes (Era albino y grueso, cualidades éstas que suelen ser contradictorias pero que en este caso coincidían para dar al teniente Alonso cierto aspecto de muñeco de nieve), y también de paisajes y de olores. En cuanto a la voz, utiliza el recurso de intercalar en una voz narradora que se expresa en tercera persona del singular o en primera del plural (en el primer cuento), fragmentos de cartas, de actas de juicio sumarísimo, de manuscrito apócrifo. En cada uno de los relatos el estilo se adapta a cada protagonista para hacerlo más creíble. Aunque no es precisamente credibilidad lo que parece que el autor quiere imprimir a sus personajes; el lenguaje lírico en que se expresan todos y cada uno de ellos en situaciones tan desesperadas como las que atraviesan, sólo tiene cabida en un texto que no busca la credibilidad ni la objetividad sino la belleza y la emoción del lector. No es objetividad tampoco lo que desprende ninguno de las historias, en las que todos los vencidos sin excepción son hombres y mujeres honestos, heroicos, decentes e inteligentes que se comportan con dignidad en medio de su sufrimiento; mientras que los vencedores son en algunos casos meros arquetipos de malo de película. Véase por ejemplo al hermano Salvador, que está caracterizado de una manera casi caricaturesca. En general, creo que existe una cierta tendencia al maniqueísmo en la caracterización de los personajes, aunque ésta resulta eficaz.
La primera derrota o “Si el corazón pensara dejaría de vivir” es la que más me ha gustado. “Le permitió ver los perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar. Madrid se agazapaba”. En este relato se consigue retratar a un personaje complejo, explicar perfectamente las motivaciones que le llevan a realizar una acción aparentemente absurda, y a la vez reflejar con imágenes muy bellas el final de la resistencia de una ciudad sitiada y vencida. Nos habla del absurdo de resistir. Del absurdo de morir y del absurdo de matar. De lo absurdo de cualquier guerra. “Soy un rendido”, repite el capitán Alegría a todo aquél que quiera escucharle. Pero nadie le cree ni confía en él. “¿Qué es un vencido por un vencido?” se pregunta cuando es encarcelado por los derrotados a los que se entrega voluntariamente. Las razones por las que se rinde las expresa muy claramente en más de una ocasión: “No queríamos ganar la guerra, queríamos matarlos”.
“Hemos dado crédito sin embargo a vagos recuerdos de frases susurradas durante ensueños angustiosos que también tienen cabida en el horror de la verdad, aunque no sean ciertos”, dice la voz narradora en primera persona del plural para relatarnos el deambular enajenado del muerto andante que fue el capitán Alegría desde su fusilamiento frustrado en Arganda del Rey hasta su suicidio anunciado en una cárcel franquista. Creo que éste es el relato más conseguido de los cuatro, por sus poderosas escenas, porque su protagonista es el personaje más trabajado en su caracterización y más rico en matices, y porque es capaz de transmitir determinados conceptos de una forma sutil, haciendo que sean consecuencia de lo narrado y sin dar la sensación de mensaje panfletario que puede dar en algún momento el resto de los cuentos.
La segunda derrota, o Manuscrito encontrado en el olvido, es la mejor de las cuatro historias en lo que a potencia narrativa se refiere, por su fuerza y su capacidad para conmover al lector. “Infame turba de nocturnas aves”, escribió el desgraciado padre-poeta casi niño cuando estaba a punto de morir. La descripción del paisaje nevado, del silencio y la soledad de las brañas donde logra sobrevivir el protagonista con su hijo durante unos meses me parece lo más logrado del cuento. El lenguaje en el que se expresa el protagonista, pura prosa poética, sólo puede entenderse teniendo en cuenta que Eulalio Ceballos, el “rapsoda entre las balas”, era un adolescente poeta en ciernes.
La última frase de la voz narrativa, el editor del manuscrito “Si fue él el autor de este cuaderno, lo escribió cuando tenía dieciocho años, y creo que ésa no es edad para tanto sufrimiento” cierra brillantemente el cuento.
En la tercera derrota o El idioma de los muertos, el tono es algo más descriptivo que en los demás relatos, reservando el lenguaje más lírico para la carta de Juan Senra a su hermano. Algunas de las descripciones físicas de los personajes son muy eficaces, y en mi opinión son lo mejor del cuento. Creo que existen demasiados personajes secundarios apenas esbozados, sin entidad suficiente, que entorpecen en algunos momentos el seguimiento de la historia: Espoz y Mina, Cruz Salido, Carlos Alegría, Eduardo López. Destacan con fuerza propia los personajes de Eugenio Paz, muy bien trazado aunque algo tópico, y sobre todo la esposa del juez Eymar y madre de Miguel Eymar, que es para mí el más logrado del relato.
Cuarta derrota: Los girasoles ciegos. Es el cuento más largo de todos y el que da título al libro. Consigue crear una atmósfera opresiva que refleja muy bien el ambiente de la época. En cierto sentido podría considerarse un relato de tinte costumbrista. Combina acertadamente tres voces narrativas: la del hermano Salvador, que se dirige por carta a su superior eclesiástico en un intento de explicarse a sí mismo lo que le ha ocurrido y de perdonarse por ello, pero sin llegar a reconocer en ningún momento su culpa; la de Lorenzo adulto intentando recordar los sentimientos y sensaciones que experimentó durante aquel periodo de su niñez que lógicamente le marcó para toda su vida, y una voz en tercera persona que va ligando las otras dos.
La historia también es muy emotiva y consigue calar hondo en el ánimo del lector. Pero es la que más peca de ese cierto maniqueísmo al retratar a los personajes al que me he referido con anterioridad. Aún así, es un excelente cuento que contribuye muy dignamente a la brillantez del conjunto.
Isabel O.

domingo, 9 de enero de 2011

"El corazón es un cazador solitario" de Carson McCullers


EL CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO.

Las manos y los labios hablan. Los ojos miran las palabras.

Final de los años 30, en el sur de Estados Unidos. Una ciudad pequeña, con diversa gente que trabaja y que ama. Dos hombres sordomudos han estado viviendo juntos durante diez años. Uno de ellos gesticula noche tras noche sus pensamientos con las manos, el otro los recibe con sonrisa idiotizada. Cuando se llevan a éste a una residencia, el mudo que habla queda sólo y se cambia de casa. En su nueva habitación ya no puede expresarse, pero una serie de personajes vienen a contarle sus inquietudes:

Una chica, casi una niña, siente música en su interior, pero está creciendo demasiado rápido. Al final le tocará trabajar para ayudar en la miseria de su familia? ¿Dónde quedará su anhelo de música y nieve?. Un borracho que ?sabe? y que piensa que todos deben saber: por eso habla y habla y se empeña en denunciar lo injusto de la miseria y de la explotación del hombre por el hombre. Un médico negro, casi anciano, cuyo ?firme propósito? de dignidad para la raza negra le ha mantenido toda su vida; pero los jóvenes a los que intenta mostrar el camino, incluidos sus cuatro hijos, se empeñan en seguir otros. Todos ellos son motivo de intriga y de afecto para el cuarto visitante, el dueño del bar. El hombre torpe que pretende dar y encontrar la solución al enigma, sin éxito.

Todos ellos convergen en la habitación del sordomudo. Le hablan. Los ojos miran las palabras. Los labios hablan, las manos quedan quietas. La expresión anhela ser comprendida. La sonrisa muda del interlocutor parece ser serena y sabia. Se busca mostrar, enseñar, compartir, comprender. La comprensión sería sabiduría, pero no es de verdad. Desencuentro, rechazo. Violentas disputas.

Agosto de 1939, el sordo receptor de todos los pensamientos decide suicidarse, ante la muerte de su amigo sordomudo, su único amigo. Todos los demás no bastan, los demás nunca han sabido nada de él. Solo han visto su sonrisa y han decidido considerarla comprensiva, inventando su forma de ser.

Anonadados por el suicidio del hombre que les escuchó siendo sordo, los cuatro personajes siguen sus caminos divergentes. Seguirán cazando, cada uno tras su propia presa, en solitario. Quizá pueda haber alguna esperanza para el hombre que ?sabe?, al menos sigue caminando. El médico, si vive, es posible que encuentre paz en la granja. Tal vez la chica, ya mujer, encuentre hueco para sus sueños entre la miseria que la amenaza.

El dueño del bar queda solo y aterrado. Apela a la sensatez para afrontar tranquilamente el nuevo día, a pesar de que la mirada más amplia de su ojo derecho se dirige a un ?futuro de negrura, error y ruina?.


Marián