ADVERTENCIA

(Al comienzo de cada tertulia se lee una reseña escrita por uno de los tertulianos/as. Estas reseñas no son, pues, la opinión de la Tertulia o sus conclusiones finales sobre el libro; deben ser consideradas como la lectura atenta y meditada de uno de sus miembros, que sirve de inicio del debate)



lunes, 28 de marzo de 2011

Selección de cuentos de terror y muerte


Cuentos de terror y muerte”

De muertos que no acaban de morir, de muertos que no lo están, de muertos que se aparecen por todos los recovecos de la conciencia, de muertos a los que no reviven del todo dejándolos con las ganas y que cuando empiezan a ver con un ojo se lo revientan superando escrúpulos, sin mirar… Y de vivos que no consiguen morir. De cráneos hundidos, casi despellejados y amarillos; de los más variados humores y secreciones pegajosas y macilentas que discurren con un último hálito de vida… y de voces indescriptibles. Pues de todo eso “parece” que va todo esto. Esta reseña está escrita a saltos, como a saltos leí estos relatos, con auténtico pánico entreverado de unas risas amargas sobresaltada por las sombras alargadas que se proyectan de las palabras. Y qué humor más horroroso por natural, tan negro como la fumata que se espera de un antipapa al estilo de D. Juan.


“El elixir de la larga vida”, de Honoré de Balzac (1799-1850

Tres generaciones reflejadas en una parodia teñida de negro, en la que se combina el humor y el espanto. Dios y Satán. La virtud y el pecado. Parricidios de pensamiento y obra y un elixir que se evapora de por medio. La posesión de la vida eterna a costa de desposeerse de la muerte o de poseerla para vivir. Pero la muerte nunca defrauda, no engaña, como un espíritu corrupto no cambia ni al estar medio muerto y con la única mano que le queda viva sigue blasfemando, aún cuando está siendo santificado. Y los personajes secundarios no tienen desperdicio: las cortesanas y el pueblo ferviente. Y la beata Elvira y el pío Felipe que expía. Y la avaricia. Y en Sanlúcar tuvo que ser… y de la manzanilla, sólo el color de estos vivos,
porque ni el elixir era vino, ni ese revivir medioentero fruto de sus efluvios…Y el poder sobre todas las cosas. Y lo peor, este relato hoy no se puede considerar obsoleto. Y lo peor de lo peor, creo que no estoy reseñando el relato, porque al leerlo mi mente se ancló en el hoy, que el gran Balzac me
perdone por no saber elogiar su prosa.


“La verdad sobre el caso del Sr. Valdemar”, de E. Allan Poe (1809-1874)

Nadie ha mesmerizado a un voluntario en el umbral de su muerte, y Poe tiene curiosidad por conocer sus efectos en un moribundo tuberculoso que se deja y se interesa bajo la atenta mirada de médicos y enfermeros, a priori. Se trata de retrasar la muerte por medio de la influencia magnética que hipnotiza y la detiene, demasiado en este caso, siete meses de penuria en el corredor de la muerte siendo observado y analizado por pura experimentación pretenciosa y curiosidad morbosa. El Sr. Valle del mar, en un estado ni sólido ni líquido, implora que le dejen morir harto de permanecer en un sonambulismo cruel que no le deja descansar. Arrepentido de que le interrumpan su muerte y la desintegración final, un estado gaseoso, que no se hace esperar en cuanto lo dejan; desintegra la humillación de la que ha sido objeto, antes y después de su vida. Y esto no pasó en Sanlúcar…


“La resucitada”, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921)

“Ardían los cuatro blandones soltando gotazas de cera. Un murciélago, descolgándose de la bóveda, empezaba a describir torpes curvas en el aire. Una forma negruzca, breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un pliegue del paño mortuorio. En el mismo instante abrió los ojos Dorotea de Guevara, yacente en el túmulo”.

Este principio me parece tan genial, que lo transcribo. Una conciencia que despierta tras un entierro prematuro y en medio de una escenografía gótica comienza a fraguar la locura con la que volverá a ese escenario en un nivel más profundo y lúgubre. A un autoentierro obligada por las circunstancias. La felicidad soñada del encuentro se torna en lo real, en perplejidad, en un desencuentro diabólico. Esa vuelta inesperada, por no
natural, desemboca en dos horrores encontrados en el pasillo de una casa familiar, en ambos, lo conocido se hace extraño. “Nadie vuelve de donde tú has vuelto”, y así, el espanto que genera volver termina con el deseo de irse, convencida para encontrar la paz para todos. Con una prosa sin adornos, las palabras toman un sentido en su conjunto naturalmente horripilante. Y cruel para ambas partes. Y es que no se puede una ni permitir sincopar sin mayores consecuencias que el hecho en sí de evadirse un rato. Enseguida un escándalo. Ni que estuviese en Sanlúcar…


“El anillo de Thot”, de Arthur Conan Doyle (1859-1930)

Aquí, una pasión: un amor, y una muerte de la amada a destiempo torna la alegría de estar en posesión de casi la eternidad, en desear obsesivamente lo efímero. La penitencia de vivir con salud, por un fervor de vivir, prematuro en el tiempo e inconsistente, y por el efecto de la crueldad de los celos que impide remediarla lleva al protagonista, un egipcio valeroso, a vivir mucho más allá de lo que la propia vida puede soportar. La eternidad carece de sentido en cualquier caso. Un personaje con ojos de ofidio que anda de perfil, no puede pasar desapercibido en cualquier sitio de un siglo que no sea el suyo. Quizá en… Sanlúcar.Y así, un egiptólogo veleidoso, contempla por azar, el límite del cansancio que da el mismo vivir; un hecho sin precedentes del que debiese dar fe. Pero calla y se limita a confirmar ante sí mismo lo que ha vivido, por la prensa. El conocimiento no se acrisola y eclipsa el aprendizaje que de ello pueda derivar siglo tras siglo. El aprendizaje de vivir.


“La pata de mono”, de W.W. Jacobs (1863-1943)

Sobrecogedor. La vida como el juego de ajedrez tiene unas reglas. Cualquier juego unos límites imprecisos. El riesgo de traspasar el umbral de la ignorancia desoyendo al que sabe, por el mero hecho de ganar, sin reparar en el cómo se gana.. Pedir un deseo, como mover una ficha, desemboca en múltiples posibilidades de conseguirlo, de posibilidades de acabar el juego. Una patita de mono momificada, por sí sola, puede resultar repulsiva, graciosa o hasta mona para decorar, pero si está dotada de magia la cosa cambia, y más, cuando esa magia redecora tu vida y se convierte en premonición de un destino trágico a partir de un deseo bienintencionado. Luego, el remordimiento y la obsesión por deshacer el movimiento en la jugada. Imposible, solo queda terminar la partida y destruir el tablero. Y en última instancia irse a vivir a Sanlúcar…

“Donde el fuego no se apaga”, de May Sinclair (1870-1946)

O del pecado y la condenación eterna, arder en el infierno del alma después de pasar por la pasión, el tedio y el hastío, cuando el remordimiento por haber pecado se sitúa en la conciencia como una culpa encerrada en un laberinto sin escapatoria y corre por él para escapar del fuego que le persigue pegado a los talones. Entonces, pasado, presente y futuro se funden en uno, el humo le ahoga pero no termina de asfixiarle y la única escapatoria del laberinto de la conciencia es ser catapultada a la locura, y ya lo único que desea es, que ojalá el fuego del recuerdo se apague con la Muerte… Eso no pasa en Sss… anlúcar.

P.D. : Ah! se me olvidó decir al principio que además de ir de muertos, también va de… Sanlúcar, aunque el cocinero no aparece por ningún lado, qué raro…

mamen 15/02/2011

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