ADVERTENCIA

(Al comienzo de cada tertulia se lee una reseña escrita por uno de los tertulianos/as. Estas reseñas no son, pues, la opinión de la Tertulia o sus conclusiones finales sobre el libro; deben ser consideradas como la lectura atenta y meditada de uno de sus miembros, que sirve de inicio del debate)



sábado, 18 de diciembre de 2010

“Spleen de París. Pequeños poemas en prosa” Charles Baudelaire

Un epílogo y cincuenta visiones de París que se descoyuntan a modo de serpientes rabiosas encerradas en una canasta. Para visualizarlas, prescindir de articulaciones se hace necesario. Hay que transformarse en una especie de gusano ebrio y, a la vez, mantener la lucidez en lo oscuro del día que nos alumbra. Sobrio...
La recién nacida prosa poética encierra un misterio a desvelar, albergo una esperanza.
Baudelaire invita a ver el mundo que le rodea a través de sus ojos escrutadores, su mirada insatisfecha gradualmente aumenta en profundidad y turbación camino de un fondo que se hace infinito. Y allí, donde se empieza a vislumbrar la humanidad más inhumana, persiste con su mirada aún sabiendo que el hombre que busca no existe...
Empecé a leer de espaldas a la luz y me fui girando hacia ella con cada relato; a medio camino para seguirle necesité un catalejo - hay miradas que alcanzan ese infinito sin necesidad de artilugios, la mía no- y seguí viendo, después de atravesar todos los planos-andamiajes que conforman y sostienen la vida: alamedas, burdeles, circos, imprentas, palacios, catedrales, al desalmado que llamamos hombre en todas sus categorías
Rodeado de sordos, ciegos, mudos e insensatos, solo le queda poblar la soledad de lo bello que roba con los sentidos. En el vivir que vive nada es sincero. El Tiempo con mayúscula va en contra de la redención del hombre. El hombre, él, no es más que un despojo harapiento, pero honra a quién sin dejar de serlo, al menos, lo admite. El viejo es silencio, el niño llanto y el joven se pierde en pos de una quimera. Nacer no merece la pena, ni aunque te dote el hada menos despistada. Quizá, si se es bandido... o cortesana. Quizá si te dejan estar solo.
Cuando terminé de leer, salí de sus ojos y refugié los míos en el cielo azul un rato largo para que fuesen desprendiéndose de lo esplénico, de la bilis que entonces creían rezumaba el bazo y hoy fluye a mi retina a modo de melancolía, fue cuando creí acercarme al misterio. Había desvestido al hombre en cada poema de cada piel con la que se disfraza hasta ver lo peor del hombre -el misterio. Una conciencia despellejada que contemplé con los ojos desnudos.“¡Camina, asno! ¡Suda esclavo!¡Vive pues, maldito!”
¿Por qué la vida y para qué sirve? -parece preguntar.
Preguntémonos, sin interjecciones y embriaguémonos antes, de vino, poesía o virtud si es preciso, para dar respuesta o para acallar el alma.
Apagué el libro y antes de dormir recité esta oración:
“¡Oh, Patrón de los malditos!, por venerar a la santa prostitución y ver prostitución en todo lo que ves; enemigo del tedio, partícipe del láudano, del alcohol y de todo lo prohibido; centro de la desolación y de lo mísero. Ojo que habla. Rabioso crítico del proceder humano en lo presente y germen en lo postrero... pero sobre todas estas cosas... bendito tú eres entre todos los poetas y líbranos de tu sifilítico mal por los siglos de los siglos. Espleén, digo, amén”

Epílogo:
- ¿Qué amas pues, intrigante extranjera?
- Amo las nubes... las nubes que pasan... allá en lo alto... allá... ¡las maravillosas nubes!
y... albergo una esperanza.

Mamen

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